lunes, 14 de septiembre de 2015

La Pelea

                   La Pelea 
Cuando una novela gana el Premio Nacional de Literatura Infantil, Darío Guevara Mayorga, que otorga el Municipio de Quito, uno piensa, “algún mérito debe tener el libro, por supuesto” y uno siente admiración por el escritor (o envidia), o cualquiera de esos humanos sentimientos que son parte de las flaquezas o grandezas del corazón; pero si uno quiere, además de llevarse por el lado derecho del hemisferio cerebral, el de las emociones, ponerle un poco del lado reflexivo a la opinión, entonces toca hacer un poco más de esfuerzo y pensar. Se siente con la piel, los sentimientos nos pueden, se filtran por los poros, a veces son una trampa del inconsciente, engañan, otras revelan claramente la verdad; la razón sin embargo es una exigente compañera: pide explicaciones, no se deja convencer, discute.Las respuestas a estas preguntas están dadas por la noción de la infancia que se tenga en una época. Hoy, más que nunca, sabemos que la infancia no es una isla de dicha en la que se empieza el viaje de la vida. Para nada. La infancia es una época compleja, en tensión con el espacio adulto. Un periodo de la vida en que los niños tienen que adaptarse a un mundo al que llegan sin saber nada de él: unos años de “domesticación”. Y un tiempo de dolores guardados; de malos entendidos que no se dicen, de temores inconfesables, de sustos. Por supuesto que también hay felicidad en la infancia. Pero de eso no nos vamos a ocupar ahora. De lo que nos ocuparemos es de desmitificar la infancia como un idilio cándido con el mundo.
No, los niños no pasan por la vida con los ojos cerrados: ellos entienden más de lo que dicen, piensan más, mucho más de lo que parece, y callan, con frecuencia, más de lo que deberían. Y justamente por esto, el libro de Francisco Delgado Santos, al que hoy nos vamos a referir, es tan valioso; porque revela muchos secretos de la infancia; porque se dirige a niños reales, de carne y hueso, y para tratar grandes temas de lo humano –temas que también atañen a niñas y niños– con profundidad, como debe hacerlo toda verdadera obra de arte. ¿Acaso los niños no entienden la vida con profundidad?Pero hay un niño, uno chiquito y delicado (no frágil) que decide decir NO, y toma la determinación de cambiar el orden de las cosas. ¡Qué importante esta mirada desobediente de Francisco! ¡Qué importante para la formación de nuestros niños! Indispensable, para enseñar a nuestros hijos a creer en las utopías.
Y es David Heracles Ordóñez quien decide “no dejarse más”. Él tiene una fortaleza interior enorme, construida en su corta vida arrancada de la madre, de la abuela y puesta en manos de un padre que da muchos gritos, algunos latigazos y pocas sonrisas. Y cuando decide parar a “Terminator” detiene más de lo que se imagina. A veces la vida es así: hay decisiones de cambio que atañen a nuestro mundo individual que encadenan muchos cambios positivos para quienes nos rodean.David, en un acto de coraje, exorcisa más de un monstruo; vive una catarsis en que saca a la luz un montón de cucos casi invisibles y les da un puñetazo en la nariz; y con ello derrota a los cucos que también asediaban otras personas de su alrededor.El libro es verdaderamente bello, pero no tiene una belleza descafeínada, sino una belleza conmovedora y grande, entera. Y no solo trae a la vista conflictos que tenemos que asumir y pensar sobre ellos, sino que lo hace en unos ambientes estupendos. El ambiente de un colegio de curas en Quito, Cuenca y la gastronomía de golosinas de la abuela; el calor afectivo de la vida de pueblo; el sentimiento de los recién llegaos a la capital y otros espacios íntimos y verosímiles, construidos desde las vivencias de un hombre sensitivo.Acérquense al libro, para que puedan ver el papel protagónico que los adultos tenemos detrás de las desventuras de los niños; ¡aquí tienen una radiografía del origen de la violencia escolar!
Acérquense, por favor. No van a salir rotos. No. El libro trata el tema de una forma fina y sensible; y, felizmente, ofrece salidas. Lo van a ver. El libro es vivo y auténtico, seguramente creado desde una búsqueda profunda en los posos del corazón del autor; como la gran literatura suele ser.Acérquense, que apreciarán también de cuerpo entero la reinterpretación de estos personajes en la hábil pluma de Roger Icaza, experto al ilustrar a jovencitos. Una línea ligera, sumaria, y expresiones claras que explican sin dilación los sentimientos. La literatura infantil del Ecuador tiene un lujo de ilustradores. ¡Qué suerte tenemos los escritores de compartir con la generación actual de pioneros de la ilustración infantil de nuestro país!Artistas y poetas sí que hacen un buen par cuando deciden dirigirse a los niños desde su corazón y con sus mejores esfuerzos. Un aplauso también a las editoriales que han apostado por la publicación de literatura de calidad dirigida a la infancia. En este caso, a Grupo Editorial Norma, por esta edición bien cuidada y llena de luz.David es poeta ¿saben?, como Francisco, y a él, la literatura, aparte del inventario de cariños que también tiene en la vida (la figura protectora de la abuela, Ana María de su primer flechazo de amor, la madre – Ave Fénix que pervive en su alma) le ayuda a crecer y a salvarse. A tener esperanza. ¿Tanto poder tienen los poemas? (Recado del Ave Fénix p. 83)
Por encima de la fuerza del poder castrador de una cultura patriarcal y adulto- céntrica, fundada en la violencia, el niño poeta se hace libre y con su acto de valentía y ejemplo da una lección a su comunidad. Gracias a él, crecen todos. Gracias Francisco, gracias a ti muchas personas, adultas y niños hemos crecido y vamos a seguir creciendo. Con literatura infantil de esta calidad se puede tener esperanza de cambiar el mundo, desde la raíz; y con todo tu trabajo de estos años a favor de la cultura de la infancia
la_pelea

No hay comentarios:

Publicar un comentario